
La Universidad de La Habana y su jornada para simular libertad de prensa
Fecha de lanzamiento: 15 de mayo de 2025
La “Jornada de Comunicación” celebrada a inicios de mayo en la Universidad de La Habana (UH), según lo difundido por la televisión estatal cubana, se presentó como “un espacio de reflexión, debate y pluralidad impulsado por estudiantes, docentes y egresados”. Sin embargo, surgen varias contradicciones al analizar este evento y su cobertura dentro del contexto más amplio de la situación comunicacional en Cuba, marcada por la censura en medios estatales, la persecución del periodismo independiente y las restricciones a la libre expresión de la ciudadanía en Internet.

El discurso oficial insiste en que la Universidad de La Habana “cultiva pensamiento crítico” y promueve la “acción transformadora”, pero esto ocurre dentro de un marco institucional que no tolera el disenso real y restringe la discusión académica que cuestione seriamente las bases del sistema político impuesto en Cuba.
En un país donde el acceso a la información está altamente controlado y es penalizado el pensamiento crítico fuera de los márgenes ideológicos del Partido Comunista de Cuba (PCC), resulta contradictorio afirmar que se fomenta una comunicación verdaderamente libre o transformadora. La crítica genuina al sistema político o a sus instituciones no tiene cabida ni en las aulas ni en los medios oficiales.
La cobertura de la jornada por parte de medios estatales como la televisión cubana reproduce una narrativa uniforme y sin cuestionamientos. Las palabras “espacio plural” resultan vacías si se considera que en la isla no se permite la existencia de medios independientes legalizados, y que periodistas que intentan operar fuera del aparato estatal enfrentan acoso, detenciones arbitrarias, confiscación de equipos e incluso el exilio forzado y destierros.
La pluralidad auténtica implica diversidad de voces, puntos de vista y medios de producción de contenido, elementos que en Cuba están restringidos por ley. A modo de ejemplo, es pertinente notar cómo en las charlas programadas como parte de la “Jornada de Comunicación” solo se anuncian panelistas empleados por instituciones estatales del periodismo de propaganda y la comunicación oficial en general.

En Cuba, la enseñanza de la comunicación, especialmente en espacios universitarios, no suele estar orientada a empoderar al ciudadano frente al poder, sino a reforzar el aparato ideológico del Estado subordinado al Partido Comunista.
En este contexto, presentar la jornada como un espacio “comprometido”, sin especificar la naturaleza del supuesto compromiso (¿con la verdad?, ¿con la ciudadanía?, ¿con el Estado?) resulta ambiguo y poco creíble.
José Raúl Gallego Ramos, periodista cubano y Dr. en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (México), declaró a Martí Noticias tras la aprobación en mayo de 2024 de la nueva Ley de Comunicación Social: “El principal problema de esta ley y de todas las que hagan es que no cuestionan el orden establecido (que es el problema). Al contrario, lo apuntalan. Más allá de que esta ley no reconozca al periodismo independiente (...) el problema principal está en que sigue siendo pensada para sostener al sistema y reconoce al PCC como rector de la comunicación social”.
La nueva ley, que se intentó promover como una modernización del sistema de comunicación cubano de inspiración soviética, omite todo un panorama de medios digitales surgidos durante la última década al margen del oficialismo, o en abierta oposición al PCC. La prensa independiente y los comunicadores autónomos que aprovechan las posibilidades de las redes sociales, no acceden a espacios en la academia como la mencionada “Jornada de Comunicación” de la UH.
Varias organizaciones internacionales han expresado rechazo a la nueva legislación cubana. La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) manifestó su preocupación ante la aprobación de la Ley de Comunicación Social en Cuba, que “contraviene estándares internacionales de derechos humanos e intensifica la censura”.
El Gobierno cubano también fue criticado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) tras aprobarse “una ley que le permitirá reforzar su coacción en contra de la libertad de prensa” y “restringir aún más la libertad de expresión de los ciudadanos”.
La censura y la persecución del pensamiento crítico en Cuba no se limita a tomar represalias contra profesionales del periodismo y la comunicación en general. Según la ONG Freedom House, el acceso a Internet en la isla “no es libre”, y está caracterizado por múltiples obstáculos para el acceso a la red, límites de contenido y “violaciones a los derechos de los usuarios”.
La promoción de la “Jornada de Comunicación” en la televisión estatal —como suele ser habitual— no incluye perspectivas diversas ni aborda los retos reales de la comunicación en Cuba: la censura, la vigilancia digital, la criminalización de la prensa independiente y el éxodo de periodistas que abandonan el país por falta de garantías para ejercer su oficio.
En vez de abrir un debate sobre estos problemas, los medios oficiales refuerzan una narrativa triunfalista y acrítica que invisibiliza los conflictos más profundos del sector.
Al omitir deliberadamente la existencia de los medios independientes y los conflictos de comunicar en Cuba, la Universidad de La Habana y los medios estatales colaboran en una forma de censura por silenciamiento, invalidando la experiencia de cientos de profesionales que también forman parte del escenario de la comunicación desde márgenes no institucionales.
La “Jornada de Comunicación” y su cobertura estatal reproducen la lógica de un sistema que simula apertura mientras mantiene férreos controles sobre el discurso público. La insistencia en valores como la pluralidad, el pensamiento crítico y la transformación comunicacional pierde toda legitimidad cuando se ignora la represión sistemática contra la prensa independiente.
Si verdaderamente se buscara reimaginar la comunicación en Cuba y potenciar buenas prácticas en la academia y fuera de ese ámbito, el primer paso sería permitir que todas las voces —no solo las que convienen al poder— tengan un espacio legítimo en la discusión pública y profesional sobre estos asuntos.
El Observatorios de Libertad Académica advierte que la reciente “Jornada de Comunicación” celebrada en la Universidad de La Habana evidencia una de las contradicciones más profundas del sistema educativo y mediático cubano: la simulación de apertura en un entorno que penaliza el disenso, así como la desconexión respecto a la realidad nacional y las urgencias de la ciudadanía.
Mientras se proclama el fomento del pensamiento crítico y la pluralidad desde la academia, la realidad muestra una estructura diseñada para sostener el poder político, donde la comunicación se convierte en herramienta de control más que en vehículo de emancipación.
La universidad, como formadora de futuros profesionales, tiene la responsabilidad de promover una comunicación verdaderamente libre, crítica y diversa. Sin embargo, mientras persista la censura, el monopolio estatal de los medios y la exclusión de voces independientes, cualquier esfuerzo académico en este campo estará limitado por una legitimidad profundamente cuestionada.
El desarrollo de la comunicación en Cuba requiere mucho más que eventos institucionales: implica abrir espacios reales para la discrepancia, reconocer a todos los actores del ecosistema mediático y garantizar el derecho ciudadano a la información y la libertad de expresión. Solo así la universidad podrá ser un verdadero motor de transformación democrática y no un engranaje más del aparato ideológico estatal.