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Cuba y Bielorrusia: el peligro al que nos exponemos

Fecha de lanzamiento: 1 de septiembre de 2023

A inicios de este agosto, trascendió en los medios nacionales la firma de un memorando de cooperación entre Cuba y Bielorrusia. Según el reporte del medio oficialista Cubadebate, el acuerdo fue rubricado en el marco de la visita de una delegación de la Academia de Ciencias de ese país.

“Científicos y directivos de entidades agropecuarias de la nación euro oriental recorrieron durante los últimos días de julio centros de investigaciones, empresas, cooperativas y fincas en el occidente cubano, y firmaron las bases para la cooperación, el establecimiento de investigaciones y elaboraciones conjuntas en el marco de las direcciones coordinadas”, reseñó el portal de noticias.

El contrato, que tiene una duración de tres años, puede ser cesado por cualquiera de las partes, con un aviso previo de seis meses. De lo contrario, se extiende por otros cinco años. Entre los principales objetivos de este, se encuentran la producción de conocimiento, la innovación en el área, la organización de eventos científicos de alta calificación, además de la creación de publicaciones científicas al respecto.

La colaboración entre Cuba y Bielorrusia abarca varios ámbitos en desarrollo desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas, en 1992. En marzo pasado, el mandatario cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, se reunió en calidad de presidente del Consejo Nacional de Innovación (CNI) con otra delegación de la Academia de Ciencias de esa nación, para debatir acerca de la formación y gestión de su modelo socioeconómico.

En esa ocasión, Díaz-Canel se interesó por conocer los detalles de la política bielorrusa, así como de sus regulaciones y el manejo de los financiamientos en el ámbito de la tecnología y la innovación, a fin de apropiarse de sus estrategias para ponerlas en práctica en la Isla, sobre todo en la industria de bienes y servicios.

“De hecho, uno de los acuerdos del Consejo en esta sesión, a propuesta del propio Presidente de la República, fue crear un grupo de trabajo, dirigido por la viceprimera ministra Chapman Wauhg, para analizar las ponencias de los colegas bielorrusos, comparar los elementos comunes y proponer, desde el CNI, qué aspectos, según nuestras características, habrán de adoptarse en el sistema de ciencia e innovación cubano”, explicó Cubadebate.

Llama la atención que, en los reportes oficialistas, se evade referirse en profundidad a las bases de los acuerdos, utilizando el término “innovación científico-técnica”. Sin embargo, no hemos de obviar que, a 37 años del desastre nuclear de Chernóbil, Bielorrusia ha iniciado el camino para explotar la energía nuclear una vez más.

En 2020, Alexander Lukashenko, presidente de ese país, inauguró la primera central nuclear, ubicada en Ostrovéts. Asimismo, en marzo del año pasado, técnicos bielorrusos pudieron restablecer la energía eléctrica en la central de Chernóbil, mediante una delegación enviada desde ese país. Pese a que Ucrania solicitó un cese del fuego para dar paso a sus propios especialistas y solucionar los daños causados en la planta nuclear por los ataques rusos, Putin pidió la intervención de sus aliados, lo que les valió para ampliar su preparación en el área, destacó La Información.

Teniendo en cuenta tal panorama, resulta preocupante el fortalecimiento de las relaciones entre Cuba y Bielorrusia. Debemos recordar que la Isla dejó una deuda pendiente en el ámbito de la explotación nuclear, luego de que se paralizara por falta de presupuesto la construcción de la primera central electronuclear (CEN) en Juraguá, Cienfuegos.

Este era uno de los principales sueños de los “revolucionarios”, expuesto por Fidel Castro en su alegato de autodefensa La Historia me Absolverá, al decir: “… las posibilidades de llevar la corriente eléctrica hasta el último rincón de la Isla son hoy mayores que nunca, por cuanto es una realidad la aplicación de la energía nuclear a esa rama de la industria, lo cual abaratará enormemente su costo de producción”.

Con la desintegración del campo socialista, las aspiraciones nucleares del país se vieron truncadas, mas el programa “se reorientó y comenzó a potenciar aun más las aplicaciones nucleares y la seguridad y protección radiológicas con resultados muy positivos”, explica un editorial de la revista Nucleus, en su número 46 de 2009.

El mismo documento, señala que “el saldo cultural de una empresa como la construcción de una planta nuclear puso de manifiesto el grado de preparación y experiencia alcanzados por los recursos humanos que se formaron para sustentar este empeño.” Tal triunfalismo, sostenido por la revista más importante en la materia que circula en la Isla, dejó la puerta abierta para volver a intentarlo en un instante más propicio.

Alarmante resulta, si tal fuese el caso, que Bielorrusia hubiese sido el socio indicado para tal faena. Si retrocedemos un poco en la historia, encontramos que la antigua República Soviética de Bielorrusia es uno de los países más afectados por la radioactividad luego de la catástrofe nuclear de Chernóbil. Como nación integrante de la ya extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), no solo fue negligente en la información que ofreció a su población, sino que llegó a promocionar la seguridad de sus territorios para el reasentamiento de los afectados ucranianos.

“Mintieron a decenas de miles de rusos venidos de “puntos difíciles” de la antigua Unión Soviética para instalarse en nuestras zonas contaminadas. Siguen mintiendo a sus propios conciudadanos. Eso se llama adoptar la estrategia del avestruz. Sólo una ayuda internacional masiva y un decidido apoyo logístico del gobierno permitirían la supervivencia de mi pueblo a largo plazo.”, declaró Vasily Nesterenko, Físico, ex director del Instituto de Energía Nuclear de la Academia de Ciencias de Belarús, director del Instituto independiente Belrad.

Además, el gobierno desplegó sus fuerzas especiales para amedrentar a todo aquel que alertara sobre las condiciones del territorio, cuyas tierras tienen un alto nivel de contaminación por isótopos radiactivos (cesio-137, estroncio-90).

En su libro Voces de Chernóbil, Svetlana Alexievich, premio Nobel de literatura 2015, recoge espeluznantes testimonios respecto a la vigilancia del gobierno a raíz del accidente, por ejemplo: “en cuanto empiezas a hablar del accidente, el teléfono se corta al momento. Te vigilan y te escuchan”.

Nesterenko fue uno de los científicos que aseguró tener una estricta supervisión, e incluso ser amenazado por sus intentos de alertar a la población sobre los alcances reales de la catástrofe. “Funcionaba el KGB, se interceptaban las emisoras extranjeras. Hubo una llamada, al parecer de Gorbachef en el sentido de a ver que hacéis los bielorrusos, nada de sembrar el pánico. Me llamaban a casa: ¡Deja de espantar a la gente, profesor! Que te vamos a mandar donde Cristo dio las tres voces. ¿No lo adivinas?”, declaró al respecto.

El resultado de esta manipulación estatal aún persiste. La nube radioactiva se extendió sobre el 23 % del territorio de Bielorrusia. Actualmente, unos 2.5 millones de personas continúan viviendo en el área contaminada. Esto es ilegal, aunque las autoridades lo permiten de forma subrepticia. La totalidad de la población que allí se asienta, cultiva y consume sus propios alimentos, frutos de la contaminación. Así, mueren a edades tempranas producto de tumores o afecciones cardíacas, que son resultado evidente de la radiación.

El fotoperiodista Raúl Moreno, quien documentó durante seis años el área, asegura que “no tienen más remedio que comer alimentos contaminados, tienen sueldos bajísimos. Ellos son muy conscientes de eso, saben que su tierra está contaminada, pero no tienen otra opción”.

Aunque inicialmente se realizaban controles de calidad para los alimentos que allí se producían, ya no es obligatorio. En 1990 se creó el Instituto Independiente de Seguridad Radiológica de Bielorrusia (BELRAD) que, entre otras labores, se encarga de analizar la comida producida en el territorio e informa a los habitantes sobre cómo intentar descontaminarlos.

Por tales motivos, el Observatorio de Libertad Académica denuncia la colaboración científica entre Cuba y Bielorrusia. Alegamos que el régimen totalitario europeo ha mostrado un desinterés inadmisible con respecto a la salud de sus propios ciudadanos, por lo que no puede ofrecer confianza para la seguridad de los cubanos, mucho menos tratándose de la producción de alimentos.

Además, las autoridades bielorrusas han hecho caso omiso a los reclamos de sus propios científicos, que siguen poniendo bajo la mira internacional la situación desfavorable de millones de ciudadanos sin que el gobierno se digne siquiera a escucharlos, más bien desacreditando sus alegatos. Este paradigma autoritario, heredado del patrón soviético, equidista de la libertad académica ansiada por los estudiosos en la Isla.

Consideramos que esta estrategia de relacionamiento es fallida, en tanto implica la homologación de procederes ampliamente cuestionados por la comunidad científica internacional comprometiendo, además, las posibilidades de incorporación a espacios avalados por estándares reales de calidad y competitividad. 

El Observatorio de Libertad Académica apela al sentido de responsabilidad básica de los miembros de la Academia de Ciencias de Cuba respecto a la asimilación de un modelo de investigación que soslaya el valor de la vida en función de generar dividendos económicos.

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