Sesgos ideológicos y amenazas contra el pluralismo político, la libertad académica y otros derechos conexos, en el discurso del 20 de diciembre de 1982, de Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba
El 20 de diciembre de 1982, Fidel Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, pronunciaría un discurso en el acto de clausura del II Congreso de la Federación Estudiantil Universitaria, efectuado en el Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echeverría” (CUJAE). En una década marcada por gran tensión en América Latina bajo el contexto de la Guerra Fría y el desarrollo de múltiples conflictos civiles en países del Caribe, Fidel Castro criticaría con vehemencia la intervención del gobierno estadounidense en la región, y la posición del entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, ante los conflictos bélicos del continente.
En adición, resulta importante destacar la conmoción que representó para la Revolución el “Éxodo del Mariel”, una de las olas migratorias más grandes de la historia de Cuba, marcada por la salida de más de 125.000 cubanos de la isla, que huían de las políticas autoritarias de Castro con destino a Estados Unidos (Barbero, 2015). La emigración de una enorme cantidad de cubanos en tan sólo siete meses resultó ser un golpe para la autoridad moral de Fidel Castro, en tanto el mito de la Revolución empezaba a debilitarse y la institucionalización de la economía soviética en la isla generaba estragos en el ingreso de los cubanos. Ante esta situación, las políticas anti-imperialistas de Castro aumentaron y los discursos llenos de consignas ideológicas represivas funcionaron como un arma política del régimen para intentar aliviar la convulsa situación de la década.
Significativamente, en su discurso del 20 de diciembre de 1982, el mandatario cubano buscaba resaltar los logros del gobierno revolucionario en materia educativa, así como dejar claro que la implantación de las ideas socialistas propias del régimen dentro de cada institución y universidad, se convertiría en una política de Estado en los años a seguir. Era fundamental prolongar el mito de la Revolución haciendo que cada estudiante y maestro fuese un adepto de ese concepto y lo defendiese a toda costa.
Bajo la premisa de la necesidad de alcanzar el “perfeccionamiento del sistema” (semejante a la alocución del 13 de julio de 1979 de Fidel Castro, analizada en el octavo informe del Observatorio), Fidel Castro abordaría tres elementos fundamentales para comprender las políticas represivas que se adoptarían dentro de las instituciones cubanas en las décadas subsiguientes: primero, el concepto del “diversionismo ideológico”; segundo, el refuerzo de la ideología marxista – leninista como política de Estado; y tercero, los argumentos que sentarían las bases de la exclusión de aquellos que pensaran diferente (disidentes, opositores y contrarrevolucionarios) de toda institución de educación superior cubana.
Con estos tres elementos, Fidel Castro sentaría las bases de dicho “perfeccionamiento”, el cual solo sería alcanzado mediante la labor de los maestros revolucionarios y el adoctrinamiento al interior de la academia cubana. Asimismo, en el discurso se busca destacar el trabajo y los logros de los estudiantes revolucionarios, quienes resultan ser una pieza fundamental dentro del sistema educativo cubano, y cuya “moral revolucionaria” transformaría la realidad social y política del país en los años por venir, de acuerdo con esa postura educativa excluyente, represiva y dictatorial. De tal forma, la alocución en cuestión aborda algunos de los elementos que han definido las políticas autoritarias del mandato revolucionario, aplicadas sistemáticamente para violar los derechos humanos de docentes y estudiantes cubanos.
En primer lugar, cabe destacar la manera en que Fidel Castro celebraría la existencia de una “intelectualidad revolucionaria”, haciendo referencia a las juventudes que se formaban al interior de la academia cubana gracias a las reformas educativas de la Revolución, resultado del adoctrinamiento político e ideológico, la exclusión y la expulsión de los señalados “contrarrevolucionarios”. Todo esto derivaba del llamado que haría a “derrotar” y acabar con el “diversionismo ideológico” propio del imperialismo. Dichas debilidades ideológicas consistían en “cualquier acción o idea considerada desde las autoridades gubernamentales capaz de confundir y desviar la atención de la población de los intereses de la revolución”, y se convertirían, desde la década de los setenta, en el fundamento de la prohibición de consumir y difundir contenido ajeno a los intereses de la Revolución al interior de las universidades cubanas, vistas como centro de adoctrinamientos en los que solo habría lugar las ideas revolucionarias del régimen castrista.
A partir de esto, Fidel Castro insistiría una vez más, sobre la necesidad de eliminar y erradicar toda ideología ajena a los ideales marxistas–socialistas, desestimando por completo la posibilidad de pensar diferente. Se cimentaban así, las bases de la persecución ideológica y de la vulneración al derecho de libertad de pensamiento, conciencia, culto o religión que aún perduran.
Siguiendo la idea del diversionismo ideológico, contenida en su discurso de 1982, Fidel Castro establecería que las grandes transformaciones políticas y sociales, junto con las del sistema educativo de la isla, se darían solo en virtud del “proceso de proclamación del carácter socialista de la Revolución y de los principios marxista-leninistas”, siendo este el segundo elemento a destacar dentro del discurso del mandatario cubano. Reforzando la importancia que las ideas políticas tendrían respecto al aparato educativo en las décadas a seguir, Fidel Castro expuso la manera en que el proceso revolucionario cambió las concepciones en torno a la educación de la isla, reestructurando la composición de los estudiantes al interior de las universidades y los centros educativos, e introduciendo la ideología marxista-leninista como elemento sustancial de la formación universitaria, sentando así, las bases para lo que el consideraría un “desarrollo ulterior” y el tan añorado “perfeccionamiento del sistema”.
Es evidente el reforzamiento del sesgo político e ideológico de la educación superior en Cuba, al cimentar el sistema educativo en su totalidad en una única ideología, eliminando todo tipo de oposición, contradicción o pluralidad. Para Fidel Castro la universidad sería de los revolucionarios (de manera excluyente), resolviendo que el sistema lograría avanzar, en tanto “siempre fueron los estudiantes universitarios fieles a las tradiciones revolucionarias de nuestra patria” los que impulsaron el cambio. Se pautaba una transformación basada, de manera exclusiva, en el marxismo–leninismo; en el que se fundamentaría además, toda cátedra, enseñanza, y por ende, el sistema educativo cubano.
Ahora bien, como tercer elemento a incluir en el análisis, resulta pertinente hacer referencia a la manera en que la necesidad de eliminación de cualquier evidencia de diversionismo ideológico y la dependencia del sistema educativo de los postulados del marxismo–leninismo de manera exclusiva, conduciría inevitablemente a la exclusión, estigmatización y persecución de todo aquel que pensara diferente. De tal modo las instituciones se convertirían en centros de formación de cuadros de carácter político e ideológico, diferenciando posibles detractores y eliminando a los contrarios. En este sentido, aquel que no mostrase un verdadero compromiso con la defensa de los ideales de la Revolución al interior de las universidades, sería marginado, señalado, degradado y naturalmente segregado del sistema, en tanto que los altos centros de estudios solo contemplaban espacio para los revolucionarios.
Fidel Castro declaraba que “con las primeras luchas de la Revolución frente al imperialismo, comenzaron a producirse deserciones de profesores universitarios. Antes de la deserción fue necesaria incluso la depuración”, haciendo alusión a la purga de maestros y docentes catalogados de detractores como un paso necesario para lograr el “perfeccionamiento” del sistema educativo de la isla, en franco desconocimiento de los derechos a la educación, al trabajo y a la libertad académica, ocasionada por incidentes como el despido injustificado o ilegal, la expulsión injustificada o ilegal de la escuela, el trato desigual no justificado, entre otros.
Dicha depuración y correspondientes expulsiones se convirtieron en un pilar del sistema educativo de la isla, por lo que los maestros y estudiantes verdaderamente revolucionarios serían los únicos que tendrían acceso a las instituciones de educación superior cubanas. Resultaba de igual manera necesaria la construcción de una moral socialista que propiciaría la segmentación y diferenciación de los revolucionarios respecto a los contrarrevolucionarios, facilitando el señalamiento y la expulsión de detractores y opositores de las universidades de la isla.
Estas prácticas censoras se perfeccionaban en el proceso de egreso, para ello el mandatario establecía como necesario “estudiar la forma de perfeccionar el método de ubicación (de los estudiantes), tomando en cuenta méritos académicos, integridad del estudiante, evaluación político-moral, etcétera.
Por consiguiente, la marginación desde directrices ideológicas impartidas a los estudiantes por las directivas de las universidades, sería una “incuestionable señal de progreso”, cuando en realidad se trataba de la supresión de los derechos humanos y de la libertad académica.
En relación con el objetivo antes descrito, Fidel Castro haría un llamado a que todo estudiante y profesor de la Revolución, cuente siempre con el “aval político-moral de la masa”, para garantizar la homogeneidad del aparato educativo en términos político-ideológicos, señalando como “imprescindible…la cuestión de la buena selección de los estudiantes que ingresan en la universidad” y, “analizado pormenorizadamente, toda una serie de cuestiones de todo tipo, relacionadas con la formación ideológica, política, los resultados de todos esos procesos, por una universidad más pura”. Se procuraba establecer las pautas de un sistema de educación superior marcado por la erradicación de los contrarios, y la reafirmación de las bases políticas del régimen soportadas exclusivamente por la ideología marxista – leninista, que guiaría cada acción y directriz dentro del sistema educativo cubano.
El presente discurso explicita vulneraciones al derecho a la libertad de pensamiento, conciencia, culto o religión, consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 18, el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, artículo 18, el Pacto de San José, artículo 13 y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, artículo IV, en la medida en que la ideología marxista-leninista resulta condicionante exclusiva del sistema educativo cubano, operando como criterio de selección incuestionable en el espacio académico.
El discurso del gobernante cubano contiene declaraciones que atentan contra al derecho a la educación, contenido en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículo 13, la Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 26, la Observación General N° 13 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Organización de las Naciones Unidas, el Protocolo de San Salvador, artículo 13 y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, artículo XII, en tanto no contempla igualdad de condiciones en términos de acceso a una educación de calidad, dado que solo los jóvenes reconocidos como los “más revolucionarios” ingresarían a la educación superior.
En resumen, con el reconocimiento de la necesidad de la “eterna vigilancia” por parte del régimen, en miras a evitar “descuidos” de quienes son dignos de acceder a la universidad, se incurre en violaciones al derecho al honor e intimidad, abordado en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículo 17, la Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 12, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, artículo V y el Pacto de San José, artículo 11.