Discursos del 13 de julio de 1979 y del 7 de julio de 1981, de Fidel Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la
República de Cuba, que amenazan la libertad académica
En este octavo informe del Observatorio de Libertad Académica se analizan dos discursos del entonces Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz. El primero, data del acto de graduación del Destacamento Pedagógico "Manuel Ascunce Domenech", efectuado en el teatro "Carlos Marx" el 13 de julio de 1979; y el segundo, fue pronunciado con motivo de la titulación universitaria de 10.658 egresados del mismo Destacamento Pedagógico, correspondiente al 7 de julio de 1981 en el Polígono de Ciudad Libertad.
En la alocución del 13 de julio de 1979, Fidel Castro se encargaría de exaltar la labor de los docentes recién graduados que adquirían el título de licenciados, y en cuyas manos estaría la educación en favor de la Revolución. El líder revolucionario pronunciaría su discurso en medio de una prolongada oda al trabajo del Destacamento en la formación de docentes y licenciados, cuya práctica profesional estaría supeditada de manera exclusiva a la consolidación de los ideales y las políticas del proyecto revolucionario.
A lo largo de su intervención, Fidel Castro cargaría sobre los hombros de los docentes y pedagogos cubanos la responsabilidad de que el proyecto socialista revolucionario tuviese éxito, debido a su encomienda de inculcar valores revolucionarios, atentando en contra de su autonomía y convirtiéndolos en fanáticos de la Revolución, adeptos al Partido Comunista.
Paralelamente, Fidel Castro exhorta sobre el futuro de la educación en Cuba, el cual requeriría de la disposición de “un gran número de cuadros bien preparados” (se trataba de cuadros políticos e ideológicos claramente segregados, marcados por la defensa incondicional de la Revolución en contraposición con los catalogados como “contrarrevolucionarios”). Ideas como esta, sobre la formación de cuadros al interior del sistema educativo cubano, incidirían negativamente, en los años a seguir, sobre la existencia de pluralidad y libertad académica en los institutos y las universidades cubanas, en tanto la esfera educativa se convertía en un espacio político no neutral, que no permitiría el desarrollo de ideas y juicios ajenos a la Revolución. Dichas afirmaciones se traducirían a futuro en la persecución y expulsión de todo docente y estudiante que pensara diferente.
Sumado a esto, los esfuerzos en torno a la formación de cuadros y el adoctrinamiento de los docentes universitarios, conduciría, en palabras del líder revolucionario, al “perfeccionamiento del sistema”; un sistema excluyente y politizado, basado en la represión, persecución, y violación de derechos humanos. “Suele coincidir, desde luego, que hay una buena escuela cuando hay buenos cuadros en la escuela”, agregaba, reforzando la idea de la necesidad de formar activos ideológicos en el propio sistema educativo, claramente diferenciados y construidos en torno a la doctrina comunista de la Revolución.
Por ende, la idea de perfeccionamiento tendría el propósito de cumplir el ideal comunista revolucionario, para lo cual era necesario que el régimen castrista controlase cada uno de los espacios de la sociedad, y en el caso de la educación, que se asegurara de que los maestros y alumnos, fuesen adeptos al Partido y críticos de aquellos apáticos a la Revolución.
Inevitablemente, la construcción del sistema de instrucción en aras de la defensa del ideal socialista revolucionario, conduciría a que la socialización de los valores comunistas se convirtiese en el core de las cátedras universitarias, en franca violación de la libertad académica y la autonomía universitaria, consiguiendo que la educación fuese más allá de la formación meramente académica, encargándose además de “la formación de la personalidad y la conciencia de los estudiantes”, y procurando que la enseñanza estuviese encaminada a garantizar la perpetuidad de la Revolución.
Uno de los aspectos más relevantes dentro del discurso del entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, está relacionado con la responsabilidad adjudicada a los profesores de crear disciplina y conciencia (comunista y revolucionaria) en los estudiantes cubanos.
Fidel Castro subrayaría la importancia de los maestros dentro del sistema revolucionario, al pronunciar que “el éxito de nuestra Revolución, la seguridad de nuestro futuro; el éxito de nuestro socialismo dependerá en gran parte de lo que sean capaces de hacer los educadores”. A través de su discurso, el gobernante sentaba los criterios oficiales sobre la conducta de los educadores, en detrimento de su autonomía y libertad, alejándose además, de las directrices de la calidad académica y convirtiendo a las escuelas cubanas en espacios de adoctrinamiento.
Fidel Castro insistía sobre la importancia de la enseñanza para generar “conciencia” en el pueblo cubano, y su rol en la creación de valores, principios éticos, morales, e ideológicos; estos guiados por las ideas socialistas de la revolución castrista exclusivamente, en lo que supone la creación de un completo monopolio de la información y el conocimiento, en tanto las universidades de la isla se convertirían en meras replicadoras de los valores revolucionarios.
El discurso del 79, implicó la institucionalización de una transformación de los espacios educativos, abiertos, plurales, y diversos, en ámbitos autoritarios de propagación de valores comunistas, en los que imperaría la persecución y expulsión de los contrarios. En consecuencia, los docentes adquirían el compromiso directo con el régimen revolucionario de eternizar y replicar la ideología socialista del entonces líder de la nación. Pero también acotaba: “Y pienso que en realidad si hay un lugar donde no debe haber cabida para ninguna tolerancia, para ninguna blandenguería es en la escuela”, con vistas a legitimar la adopción de medios radicales en el entorno educativo para descartar a todo aquel que no estuviese de acuerdo con la conciencia y la ideología comunistas.
Finalmente, Fidel Castro dictaminaba que era sobre los docentes de la isla sobre quienes recaía la “misión sagrada” de moldear la ideología y la conciencia de las futuras generaciones de cubanos, formados bajo el ideal de que Cuba tenía, en palabras del líder revolucionario, “los más revolucionarios profesores, los más sólidos baluartes de la Revolución, los más conscientes”, alentando a todos los maestros graduados en dicho acto (y a los que habrían de serlo en el futuro), a comprometerse con la tarea de construir y transformar la conciencia de los estudiantes, asegurándose de canalizar su ímpetu y disposición a la lucha revolucionaria y la defensa de los ideales de la sociedad socialista en detrimento de la pluralidad, la autonomía y la libertad académica.
Análogamente, y bajo la misma línea de pensamiento, el discurso del 7 de julio de 1981, de Fidel Castro Ruz, pronunciado en un acto de graduación de 10.658 egresados de la misma institución, pero dos años más tarde y con nivel universitario, se centraría en las responsabilidades de los futuros docentes de la nación, junto con las cualidades morales (guiadas por la moral comunista de la Revolución) y las habilidades pedagógicas que debían cultivar para convertirse en un profesor “digno” de llamarse “revolucionario”.
Con el pronunciamiento de consignas ideológicas enfocadas en establecer los valores y cualidades propias del verdadero maestro revolucionario, Fidel Castro sentaba las bases que permitirían, en los años a seguir, prescindir de todo aquel que difiriese de los ideales de la Revolución, como lo han demostrado los casos de represión, persecución y expulsión en los siete informes previos, que a su vez, se traducen en la violación de derechos humanos conexos a los de libertad académica y autonomía universitaria.
A través de su disertación, el entonces Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, apelaba a los atributos que consideraba como propios del docente en la sociedad socialista, una persona recta, apegada a la “moral comunista”, que permanecía en una constante búsqueda de mejoramiento de su labor docente, quedando al margen todo aquel que no demostrara cualidades propias de la moral comunista de la Revolución, al ser considerado como un simple enemigo de la sociedad socialista; en otras palabras, un “contrarrevolucionario”, que, de acuerdo con un discurso del 23 de enero de 1961, debía ser “aniquilado” por la Revolución.
En consonancia con el discurso del 13 de julio de 1979, Fidel Castro se encargaría de resaltar la labor del Destacamento Pedagógico "Manuel Ascunce Domenech", un lugar en el que sólo ingresarían “jóvenes conscientes de la significación social de esta hermosa profesión”.
Partiendo del supuesto de que la escuela ocupa el lugar principal dentro del conjunto de influencias que actúan en la formación de los niños y jóvenes, Fidel Castro tendría la convicción de que para salvaguardar el proyecto revolucionario del 59, los docentes universitarios y maestros generales serían el pilar del que se haría el régimen para influir y modelar la mentalidad, la ideología e incluso la formación de los principios éticos y morales de las generaciones futuras. Quedaba claro que el rol de los docentes en la Revolución es meramente instrumental, en tanto son el canal del Partido Comunista que se encarga de la socialización de los valores y moral comunistas.
En una constante valoración sobre las cualidades que debían tener los educadores cubanos, invariablemente se infiere que de acuerdo con las ideas de Fidel Castro, el educador no existiría fuera de la Revolución, y su vida profesional estaría supeditada al régimen castrista, convirtiéndose en “un activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas”.
Consecuentemente, el maestro, de acuerdo con el ideal castrista de la sociedad comunista, debía ser un “ejemplo de revolucionario”, coartando cualquier ideal de autonomía, de libre pensamiento, y de pluralidad política en las instituciones de educación, que serían privadas del derecho a la libre asociación y la participación política real. El profesor, por tanto, existía en la medida en que fuese un activista revolucionario, pero dejaría de existir (o sería perseguido y expulsado por el régimen), cuando no cumpliese su labor de inculcar y defender los principios de la Revolución.
En una invitación a los graduandos en torno al comportamiento y las cualidades propias del docente revolucionario, Fidel Castro declararía: “Nuestros educadores tienen que ser ejemplos de la moral del socialismo y combatir resueltamente toda desviación que no esté acorde con los nuevos valores creados por la Revolución”, reforzando la idea sobre la necesidad de que adquiriesen una “elevada formación ideológica, científica y pedagógica”, caracterizada por el cumplimiento no sólo de su misión educativa, sino además, de sus “tareas revolucionarias”, limitando por completo la autonomía y la libertad académica en los espacios educativos cubanos. A partir de la enunciación de las cualidades del docente revolucionario, se implantarían ideas radicales de carácter excluyente, en las que estaría basada la institucionalización de la educación superior cubana.
De manera reiterada, y como se observó en el discurso del 13 de julio de 1979, el maestro resulta ser no solo un simple empleado del régimen o del Estado, sino que es un colaborador del Partido Comunista, que comunica los ideales revolucionarios a los estudiantes y forma la ideología, la “moral comunista” y la personalidad de los mismos de acuerdo con dichos ideales.
El mismo Fidel Castro sostendría que “el profesor es uno de los principales auxiliares que tiene el Partido para la formación de la personalidad comunista de las nuevas generaciones. Por el carácter político de su trabajo y en virtud de la influencia que ejerce en sus alumnos con su ejemplo personal, del profesor se exigen determinados requisitos indispensables en su tarea educativa”, reconociendo el carácter político de la figura del docente al interior de la Revolución, una figura encargada de transmitir las ideas del régimen y de convertir su cátedra en un proceso de adoctrinamiento, en el que se termina por eliminar la libertad de expresión y la libertad de pensamiento en la aulas de las universidades cubanas.
En dicho proceso, sin embargo, no era solo importante la figura del maestro, sino también lo era la del estudiantado, que debía asimilar que “estudiar y promover es la expresión de una actitud ante el cumplimiento del deber con la Revolución. Esto es lo que esperamos y exigimos de nuestros estudiantes”, haciendo referencia a la responsabilidad de los estudiantes cubanos de formarse en cualidades y habilidades con miras a cumplir las tareas impuestas autoritariamente por el régimen socialista revolucionario.
De tal manera, no sería solo coartada la práctica de los docentes cubanos, sino que también, sería limitado el ejercicio académico de los estudiantes universitarios, a quienes se les anulada la autonomía de pensamiento y la libertad académica, en detrimento de sus derechos humanos. Dichas afirmaciones implicarían, en los años a seguir, la exclusión y estigmatización de estudiantes cuyo carácter revolucionario estuviese puesto en cuestionamiento, junto con la obstaculización de sus labores académicas en virtud de su desavenencia de los ideales socialistas de la Revolución.
Como resultado de las ideas contenidas en estos dos discursos, se construiría a través del tiempo, la reglamentación e institucionalidad que regularía el ejercicio académico y la práctica docente al interior de las universidades cubanas, lo cual ha implicado la violación sistemática de los derechos humanos conexos a la libertada académica, además de la adopción de la persecución y la expulsión como prácticas recurrentes que conforman una política de estado del régimen cubano en aras de la protección de la Revolución castrista. Dichas prácticas se encuentran reflejadas en los casos consignados en el presente informe del Observatorio de Libertad Académica.
A causa del adoctrinamiento y la formación de fanáticos en las instituciones cubanas, Amador Blanco resultó ser víctima de violencia por parte de sus estudiantes, al pronunciarse negativamente sobre el dictador soviético Iosíf Stalin, mientras que Yamisleidys Gómez, Félix Yuniel Llerena y Oscar Antonio Casanella, quedaron fuera de la escuela, a causa de sus ideas políticas, ideología, o asuntos de carácter personal que distaban de su ejercicio académico al interior de la universidad.
Teniendo en cuanta lo anterior, tales discursos contribuirían a asentar las bases ideológicas y argumentativas que conducirían a una radicalización de la censura de la educación superior cubana significando, en las décadas a seguir, una constante persecución a la pluralidad, a la oposición política y a la libertad de pensamiento dentro del sistema educativo de la isla.
En las palabras contenidas en cada uno de estos discursos, se encuentran diferentes consignas ideológicas y políticas que contravienen los fundamentos del ejercicio docente con base en la observancia de los derechos humanos, al restringir el proceso educativo únicamente a los parámetros socialistas enarbolados por la revolución castrista, incurriendo en la eliminación de la libertad académica y la autonomía universitaria, en detrimento de derechos humanos fundamentales.
Como consecuencia de la oficialización autoritaria de la ideología y la moral comunista en cada uno de los estamentos del proceso educativo, se incurriría en actos que atentarían en contra del Derecho a la Libertad de Pensamiento, Conciencia, Culto o Religión, contenido en el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 18 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos, el artículo 13 del Pacto de San José y el artículo IV de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre.
Adicionalmente, mediante la disposición que sugiere que los maestros existen únicamente dentro de la Revolución, en una visión instrumentalista de su labor, que está supeditada a los intereses del Partido, se incurre en violaciones al Derecho a la Libertad Académica, consagrado en el artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Observación General N° 13 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Organización de las Naciones Unidas, el artículo 13 del Protocolo de San Salvador y el artículo XII de la Declaración americana de los Derechos y Deberes del Hombre, artículo XII.
Finalmente, a través de la eliminación de la autonomía mediante la completa escisión del maestro de sus ideales políticos, que quedan a disposición de la socialización de valores comunistas en cada una de las cátedras, junto con la formación de cuadros, de corte revolucionario al interior de la escuelas, se incurre en violaciones sistemáticas del Derecho a la Participación Política, enunciado en el artículo 21 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 25 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos, el artículo XX de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y el artículo 23 del Pacto de San José, artículo 23.
En la tabla a continuación, se presentan citas extraídas de los dos discursos analizados con anterioridad, al ser enunciados que pueden potencialmente traducirse en la violación de los derechos a la Libertad de Pensamiento, Conciencia, Culto o Religión, a la Libertad Académica, y a la Participación Política.
Discurso del 13 de julio de 1979:
Derecho a la Libertad de Pensamiento, Conciencia, Culto o Religión:
“Y nada puede sustituir la conciencia del hombre, ningún mecanismo de orden material de ningún tipo. Y en el capitalismo la disciplina se obtiene mediante la presión más brutal, de todo tipo. En el socialismo lo fundamental tiene que ser la conciencia del hombre y eso es insustituible, cualesquiera que sean los métodos, mecanismos que pueda usar el socialismo”
“Y ustedes son los que tienen la misión sagrada, el papel fundamental en la formación de la conciencia y la ética de las futuras generaciones de cubanos”
“Saben ustedes y deben saber que no porque llevemos 20 años de revolución la lucha ideológica ha concluido; no porque la Revolución esté sólida la lucha ideológica ha desaparecido, sino todo lo contrario, el imperialismo sabe que este país de hoy no es el país de hace 20 años, que este es un país más sólido, más fuerte, más experimentado”
Libertad Académica:
“Hay que darse cuenta de la responsabilidad que tienen los educadores, la responsabilidad que tienen en nuestra sociedad, en nuestro sistema social, en nuestra Revolución, en nuestro porvenir, porque son los maestros y profesores los que trabajan con los niños y con los jóvenes”
“El éxito de nuestra Revolución, la seguridad de nuestro futuro; el éxito de nuestro socialismo dependerá en gran parte de lo que sean capaces de hacer los educadores”
“Esa es la sociedad que está en manos de ustedes: profesores y maestros, y será tan valiosa como sean capaces ustedes de realizar un óptimo trabajo. Al graduarse hoy eso es lo que les pedimos.”
Discurso del 7 de julio de 1981:
Derecho a la Libertad de Pensamiento, Conciencia, Culto o Religión:
“Nuestros educadores tienen que ser ejemplos de la moral del socialismo y combatir resueltamente toda desviación que no esté acorde con los nuevos valores creados por la Revolución”
“La disciplina no es un aspecto más del trabajo educativo, sino el resultado de su eficiencia. Se trabaja para lograr la disciplina consciente de los alumnos, es decir, para que el buen comportamiento y la buena conducta sean expresión de principios y convicciones de la moral comunista”
Libertad Académica:
“El educador debe ser, además, un activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas. Debe ser, por tanto, un ejemplo de revolucionario, comenzando por el requisito de ser un buen profesor, un trabajador disciplinado, un profesional con espíritu de superación, un luchador incansable contra todo lo mal hecho y un abanderado de la exigencia”
“La elevada formación ideológica, científica y pedagógica, la asistencia y puntualidad, el cumplimiento de la misión docente-educativa, la participación activa en las tareas revolucionarias y las relaciones que se establecen con los alumnos sobre la base del respeto mutuo, son factores que posibilitan el prestigio y la autoridad que deben caracterizar la labor diaria del maestro”
“Estudiar y promover es la expresión de una actitud ante el cumplimiento del deber con la Revolución. Esto es lo que esperamos y exigimos de nuestros estudiantes”
“Ser maestro por eso significa ante todo, serlo en todos los órdenes de la vida. En el ejercicio de la profesión está implícita su ejemplaridad, divisa del educador comunista y condición indispensable para cumplir los altos objetivos de la escuela socialista”
Derecho a la Participación Política:
“El profesor es uno de los principales auxiliares que tiene el Partido para la formación de la personalidad comunista de las nuevas generaciones”