Amador Perfecto Blanco Hernández
En 1983, el historiador Amador Perfecto Blanco Hernández se desempeñaba como profesor del Departamento de Historia, en el Instituto Superior Pedagógico “Félix Varela”, en la provincia de Villa Clara.
Durante el curso 1982-1983, percibió indicios de acoso por parte de las autoridades de la institución, inicialmente del jefe del Departamento, el profesor Perdomo. El motivo de los cuestionamientos partía de los análisis críticos que realizaba en sus clases sobre acontecimientos vinculados con la represión social en la Unión Soviética.
El profesor Blanco era riguroso con sus estudiantes, muchos pertenecían al Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech. Este consistía en una iniciativa gubernamental dirigida a incrementar la disponibilidad de maestros destinados a la enseñanza media, y captaba a sus integrantes entre los propios alumnos de ese nivel educacional. Blanco Hernández exigía competencias propias del nivel universitario, a pesar del imperativo cuantitativo que pendía sobre la promoción de esos educandos.
Mientras impartía la asignatura de Historia Contemporánea a un grupo de 5to año, el último de la carrera, expuso algunos ejemplos de violencia colectivizada ejercida bajo la dirección de Iósif Stalin, máximo líder soviético entre 1924-1953.
Era el segundo semestre y corría el año 1983, cuando el docente fue sometido a un acto de repudio frente a sus estudiantes, en un aula que ocupaba el 5to año del Destacamento antes nombrado. Este mitin estuvo dirigido por militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC), de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), es decir, ocurrió bajo la égida de sus compañeros de claustro y sus alumnos. Se le acusó de simpatizante del fascismo, así como de promotor de calumnias contra los líderes históricos del socialismo mundial, además de poseer intenciones de desviar ideológicamente a quienes debía formar en los preceptos del marxismo-leninismo.
De las increpaciones en el orden de lo conceptual, se fue avanzando hasta llegar a las ofensas verbales rutinarias en estos casos, fundamentalmente las de “gusano” y “contrarrevolucionario”, proferidas tanto por docentes como por parte de sus propios estudiantes. Arengados por quienes conducían el escarnio público, los estudiantes se abalanzaron sobre el educador y comenzaron a golpearlo con libros y cuadernos. Luego, la emprendieron a empujones y patadas mientras lo sacaban del recinto universitario para, finalmente, dejarlo abatido en la carretera que conducía al poblado de Camajuaní.
La expulsión del profesor Amador Blanco, estuvo acompañada por una fuerte campaña en aras del fusilamiento de su reputación. Los censores argumentaron que, dada su filiación a la iglesia católica, así como la devoción al cuidado de sus padres ancianos, y la permanencia en estado de soltería, eran indicadores de una posible orientación homosexual. Esto transcurría en una época de marcada intolerancia religiosa y preponderancia del machismo.
Amador Blanco fue impedido de ejercer la pedagogía en ninguno de los niveles del sistema educativo en Cuba. Respecto a la posibilidad de apelación, sostuvo que:
“Cuando en un Centro Superior Universitario de Cuba, por criticar y exponer en uso de la verdad científica, del derecho y profesionalidad académica, los crímenes de Stalin y su traición ante las grandes pérdidas de la Unión Soviética, después del ataque alemán, se me sometió por los verdugos a tratos crueles, inhumanos, y terrorismo con violencia, fue el Partido Comunista el artífice de tal delito contra la Humanidad, y en defensa de uno de los criminales más grandes de la historia, y como una política oficial la impunidad reina, todas las demandas, impugnaciones, denuncias al Estado quedaron en el olvido” (Blanco, 2011).
A raíz de su experiencia de censura, en plena efervescencia de una purga ideológica que estremeció las instituciones de educación superior en la ciudad de Santa Clara, decidió fundar la Comisión Nacional de Derechos Humanos “José Martí”, en 1989. La persecución política lo condujo a prisión entre los años 1992-1995. Su labor como intelectual laico y precursor de la doctrina social de la iglesia, en aras de la libertad ideológica, lo hicieron acreedor del Premio del Instituto Patmos, en 2014.
Mantuvo su obra investigativa en aras de la difusión de la historia de los regímenes socialistas implantados durante el siglo XX, a través de publicaciones en su blog “Alas de Libertad”. Se mantuvo asesorando, en cuanto a temas históricos, a numerosos activistas religiosos y de derechos humanos dentro de Cuba, hasta su fallecimiento en 2020.